Ya nos lo advertían las abuelas: con ser feliz, no necesitas más que agua y jabón. Y bastantes años después, lo seguimos repitiendo como un mantra: No existe cosmético más eficaz para el rostro que la felicidad.
Desde la facioterapia, un método que estimula, sin uso de agujas, las zonas y puntos de reflexión sobre el rostro con el fin de movilizar los procesos de autorregulación, el experto Patryck Aguilar lo explica de manera muy clara: «La felicidad y el bienestar muestran un rostro luminoso y bello, mientras que la tristeza y el temor, lo exhiben apagado y flácido, además de subrayar las líneas de expresión». Y añade: «Afecta de manera estética y patológica. Tras un período de estrés laboral, la pérdida de un ser querido o una ruptura sentimental se propicia un desajuste en la piel y surge el acné o la soriasis, mientras que, si se disfruta de momentos de bienestar, dicha y felicidad, la piel desprende una luz especial». Nada que nos hayamos comprobado en nuestra propia piel, ¿verdad?
El rostro, espejo del alma
En cuantas ocasiones nos miramos al espejo y observamos una imagen mucho más mayor y más fea que el día anterior o la semana pasada o hace tres meses… ¿y dónde se encuentra la explicación de esta experiencia que hemos vivido un buen número de nosotras? Pues sencillamente en el disgusto que nos dio nuestro hijo, la incertidumbre de una noticia más o menos trágica, el miedo a perder el trabajo o el sostén de nuestra economía y tantas otras cosas, muchas de ellas inesperadas. Una mala experiencia, en general, da al traste con todos los cuidados que tenemos con nuestra piel a diario… da igual lo mucho que extrememos los cuidados: las penas llegan y arrasan. Pero la buena noticia, es que, a la inversa, también funciona…
Basta ser feliz para que, al mirarte al espejo, recibas una imagen en la que te ves especialmente favorecida… no llevas nada especial, pero te gusta lo que ves. Nunca falla.
Y ¿Cómo ser feliz?, buena pregunta…jajajajaj!!! Ya me gustaría a mí tener la formula… la compartiría, sin ninguna duda. Pero como no tengo ni idea, como ayuda comparto un decálogo para aumentar la dicha en nuestras vidas del profesor de Psiquiatría de New York University, Luis Rojas Marcos, que he extraído de su libro Los secretos de la felicidad, para que lo vayáis leyendo durante el fin de semana. A mí me encanta, a ver que os parece a vosotros.
1. Conéctate afectivamente a otros
Las relaciones afectivas gratificantes aumentan la satisfacción con la vida en general. Las amistades, un ambiente laboral afable y la participación activa en organizaciones, fomentan la solidaridad y la resistencia al estrés. Sentirse parte de un grupo solidario hace que se superen mejor las adversidades, ya que conectarse constituye un antídoto muy eficaz contra la incertidumbre que producen los cambios desfavorables. La calidad de la vida es, básicamente, la calidad de nuestras relaciones.
2. Mantente bien informado
Ante los reveses de la vida, la principal fuente de angustia no son tanto las amenazas reales como los temores imaginarios. Por eso, informarse, ayuda a mantener los pies en la tierra. La información es reparadora y útil si, además, incluye recomendaciones específicas eficaces. Cuando se toman medidas preventivas concretas, uno se siente menos indefenso, más seguro y con un mayor control sobre la vida. Ver el lado positivo de los cambios es un ingrediente indispensable para el bienestar.
3. Comunícate más
Gracias a las palabras ningún ser humano es una isla. Al describir los temores, las preocupaciones y los sentimientos, se reduce su intensidad emocional. El vínculo de las palabras con las emociones permite liberar miedos, infunde seguridad, confianza y consuelo. Está demostrado que narrar las experiencias estresantes a través de la palabra hablada o escrita, ayuda a clarificarlas y a ponerlas en perspectiva.
4. Fomenta el optimismo
La perspectiva favorable de las cosas es el ingrediente esencial de la capacidad de adaptación humano. El optimismo sirve de potente incentivo para vivir y resistir las embestidas del medio y de sus ocupantes. Aquellos que tienen un talante optimista se adaptan mejor a los cambios, porque una valoración positiva de los desafíos pasados, estimula la voluntad que empuja a conseguir objetivos que se desean y fomenta pensamientos alentadores, como: «yo puedo», «lo intentaré» o «estoy preparado para lograrlo».

La perspectiva favorable de las cosas es el ingrediente esencial de la capacidad de adaptación humano
5. Practica el sentido del humor
Reírse protege el equilibrio emocional. El humor permite ver las contradicciones y las ironías de la vida. Ello, a menudo, disminuye la intensidad de las emociones negativas. El humor alivia el miedo y la inseguridad, actúa de purgante psicológico que libera de obsesiones destructivas. Además, reír con ganas libera del estrés. Una buena carcajada oxigena y alimenta una perspectiva jovial de la vida.
6. Practica algo de ejercicio
La actividad física ejerce efectos saludables en el estado de ánimo, disminuye el estrés, revitaliza y ayuda a dormir mejor. Además, el ejercicio evita que aparezcan enfermedades como los trastornos cardiovasculares, la hipertensión, la diabetes y la osteoporosis. Tampoco hay que olvidar los beneficios psicológicos del ejercicio: Ante los desafíos de la vida hay que apuntarse al movimiento del movimiento. Aprender a disfrutar de los pequeños placeres de la vida ayuda a aceptar mejor el paso del tiempo.
7. Permítete pequeños placeres
Disfrutar de los placeres sencillos ayuda a envejecer saludablemente y a adaptarse a los cambios. Reunirse con los amigos, cocinar, dar un paseo o salir de compras hará, sin duda, que te sientas mejor.
8. Déjate ayudar por la ciencia
La mayoría de los avances tecnológicos –teléfono móvil, ordenador…–, hacen los momentos difíciles más soportables, porque facilitan la comunicación. La medicina ha superado su misión de diagnosticar y curar enfermedades, y se interesa cada día más por hacer más llevadero nuestro paso por el mundo: La salud no es solo la ausencia de enfermedad sino el estado de completo bienestar físico, mental y social.
9. Cultiva la espiritualidad
No pocas veces la esperanza –que se dice es el pan de la vida– procede de la esfera espiritual del mundo interior. La espiritualidad es un sentimiento gratificador de conexión emocional profunda con algo que se encuentra fuera, que pueden ser: creencias religiosas, solidaridad, amor, libertad o el resultado de una sintonización especial con la naturaleza.
10. Alimenta el altruismo
Prestarse a los demás desinteresadamente estimula la autoestima; induce el sentido de la propia competencia y recompensa con el placer de contribuir a la dicha de los demás. Las personas que se consideran socialmente útiles o tienen un impacto positivo en la vida de otros, sufren menos de ansiedad, duermen mejor, abusan menos del alcohol y las drogas, y resisten mejor ante los reveses cotidianos. Parece demostrado que las tareas que canalizan la adhesión y bondad hacia los demás, además de su valor como mecanismo natural de supervivencia de la especie humana y los beneficios que aporta a sus receptores, son muy saludables para quienes lo practican.
“Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguarden la gran felicidad”
– Pearl Buck
Y recordad: A ser feliz, también se aprende.
¡Feliz fin de semana!
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